Según
el Catecismo de la Iglesia Católica, la relación entre principios y valores es
individualmente de reciprocidad, en cuanto que los valores sociales expresan el
aprecio que se debe atribuir a aquellos determinados aspectos del bien moral
que los principios se proponen conseguir, ofreciéndose como puntos de
referencia para la estructuración oportuna y la conducción ordenada de la vida
social. Los valores requieren, por consiguiente, tanto la práctica de los
principios fundamentales de la vida social, como el ejercicio personal de las
virtudes y, por ende, las actitudes morales correspondiente a los valores
mismos.
Todo
valor es inherente a la dignidad de la persona humana, cuyo auténtico
desarrollo favorecen, son esencialmente:
la verdad, la libertad, la justicia, el amor. Su práctica es el camino seguro y
necesario para alcanzar la perfección personal y una convivencia social más
humana.
Se
entiende entonces como principios a los parámetros que nos permiten medir las
consecuencias de nuestra conducta; y los cuales se encuentran ligados a nuestra
conciencia. Algunos de ellos son
- Bien Común: El conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección
- Subsidiaridad: La promoción de la dignidad de la persona requiere la PROTECCIÓN DE LA FAMILIA, LOS GRUPOS, ASOCIACIONES, REALIDADES LOCALES Y TODOS LOS GRUPOS –de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, etc., QUE PERMITEN EL CRECIMIENTO DE LA PERSONA.
- Solidaridad: Es el vínculo de interdependencia entre hombres y pueblos a todos los niveles. Es un principio social que ordena las instituciones (leyes, reglas, ordenamientos). Y es una virtud moral que determina firme y perseverantemente a empeñarse por el bien común de todos y cada uno.
- Participacion: Se expresa en las ACTIVIDADES POR LAS QUE EL CIUDADANO, como individuo o asociado a otros, directamente o representado por otros, CONTRIBUYE A LA VIDA cultural, económica, política y social DE LA COMUNIDAD A LA QUE PERTENECE.
Por otro lado, los valores son alimentadores de nuestra conducta y
se puede decir que éstos definen nuestra personalidad.
Tomando
como base los conceptos anteriores, se puede establecer la relación entre ambos
donde los valores son el reflejo de nuestro comportamiento basados en los
nuestros principios; mientras los principios son las actitudes consecuentes de
los valores que asumimos.
Cuatro
de los valores esenciales en nuestras vidas son:
- La verdad, los hombres tienen una especial obligación de tener continuamente hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente.
- La libertad, debe ejercerse como capacidad de rechazar lo que es moralmente negativo, cualquiera que sea la forma en que se presente.
- La justicia, consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
- El amor, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena.
Debemos
saber y comprender que la fe es un principio de acción y de poder que se define
como el tener esperanza en cosas que no vemos, pero que son verdaderas. De
igual manera, debemos reconocer que la fe es un don gratuito de Dios que exige
la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso
entre Él y los hombres.
“Lumen
Fidei” en su primer capítulo toma como referencia a Abrahán (nuestro padre en
la fe) y nos dice que para él, la fe en Dios ilumina las raíces más profundas
de su ser, le permite conocer la fuente de bondad que hay en el origen de todas
las cosas, y confirmar que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino
de una llamada y un amor personal. Aquí el principio de la fe se relaciona con
el valor de saber escuchar, pues atiende a su llamado y se muestra leal ante
Dios.
En el
segundo capítulo se presenta una relación entre fe, verdad, amor y razón. Acá
se explica que el hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de
verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe sin verdad,
no salva, no da seguridad a nuestros pasos. De igual manera, mediante la fe y
el amor, reconocemos el amor que Dios nos tiene; y nos ayudamos a alcanzar el
bien de diferentes maneras. Si el amor necesita la verdad, también la verdad
necesita del amor. Amor y verdad no se pueden separar, pues sin amor, la verdad
se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La
verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el
amor nos toca.
El
tercer capítulo de Lumen Fidei se basa en la importancia de la evangelización.
El Papa nos dice: “quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este
regalo para sí mismo” y entiende como algo que pasa de generación en
generación, lo cual comparte un vínculo entre fe y memoria, pues el amor de
Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús.
Y en
el último capítulo se explica la relación entre la fe y el bien común. Sin el
amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada
únicamente en la utilidad, el interés o el miedo; la fe, en cambio, capta el
fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y
las pone al servicio del bien común. La fe es un bien para todos, un bien común,
no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar
nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.
La fe,
que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone
al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz.
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