miércoles, 2 de noviembre de 2016

Valores y Principios de la Vida Social

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la relación entre principios y valores es individualmente de reciprocidad, en cuanto que los valores sociales expresan el aprecio que se debe atribuir a aquellos determinados aspectos del bien moral que los principios se proponen conseguir, ofreciéndose como puntos de referencia para la estructuración oportuna y la conducción ordenada de la vida social. Los valores requieren, por consiguiente, tanto la práctica de los principios fundamentales de la vida social, como el ejercicio personal de las virtudes y, por ende, las actitudes morales correspondiente a los valores mismos.
Todo valor es inherente a la dignidad de la persona humana, cuyo auténtico desarrollo  favorecen, son esencialmente: la verdad, la libertad, la justicia, el amor. Su práctica es el camino seguro y necesario para alcanzar la perfección personal y una convivencia social más humana.
Se entiende entonces como principios a los parámetros que nos permiten medir las consecuencias de nuestra conducta; y los cuales se encuentran ligados a nuestra conciencia. Algunos de ellos son 
  • Bien ComúnEl conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección
  • Subsidiaridad: La promoción de la dignidad de la persona requiere la PROTECCIÓN DE LA FAMILIA, LOS GRUPOS, ASOCIACIONES, REALIDADES LOCALES Y TODOS LOS GRUPOS –de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, etc., QUE PERMITEN EL CRECIMIENTO DE LA PERSONA.
  • Solidaridad: Es el vínculo de interdependencia entre hombres y pueblos a todos los niveles. Es un principio social que ordena las instituciones (leyes, reglas, ordenamientos). Y es una virtud moral que determina firme y perseverantemente a empeñarse por el bien común de todos y cada uno.
  • Participacion: Se expresa en las ACTIVIDADES POR LAS QUE EL CIUDADANO, como individuo o asociado a otros, directamente o representado por otros, CONTRIBUYE A LA VIDA cultural, económica, política y social DE LA COMUNIDAD A LA QUE PERTENECE.

Por otro lado, los valores son alimentadores de nuestra conducta y se puede decir que éstos definen nuestra personalidad.
Tomando como base los conceptos anteriores, se puede establecer la relación entre ambos donde los valores son el reflejo de nuestro comportamiento basados en los nuestros principios; mientras los principios son las actitudes consecuentes de los valores que asumimos.
Cuatro de los valores esenciales en nuestras vidas son:
  • La verdad, los hombres tienen una especial obligación de tener continuamente hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente.
  • La libertad, debe ejercerse como capacidad de rechazar lo que es moralmente negativo, cualquiera que sea la forma en que se presente.
  • La justicia, consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
  • El amor, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena.

Debemos saber y comprender que la fe es un principio de acción y de poder que se define como el tener esperanza en cosas que no vemos, pero que son verdaderas. De igual manera, debemos reconocer que la fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso entre Él y los hombres.
“Lumen Fidei” en su primer capítulo toma como referencia a Abrahán (nuestro padre en la fe) y nos dice que para él, la fe en Dios ilumina las raíces más profundas de su ser, le permite conocer la fuente de bondad que hay en el origen de todas las cosas, y confirmar que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino de una llamada y un amor personal. Aquí el principio de la fe se relaciona con el valor de saber escuchar, pues atiende a su llamado y se muestra leal ante Dios.
En el segundo capítulo se presenta una relación entre fe, verdad, amor y razón. Acá se explica que el hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. De igual manera, mediante la fe y el amor, reconocemos el amor que Dios nos tiene; y nos ayudamos a alcanzar el bien de diferentes maneras. Si el amor necesita la verdad, también la verdad necesita del amor. Amor y verdad no se pueden separar, pues sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca.
El tercer capítulo de Lumen Fidei se basa en la importancia de la evangelización. El Papa nos dice: “quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo” y entiende como algo que pasa de generación en generación, lo cual comparte un vínculo entre fe y memoria, pues el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús.
Y en el último capítulo se explica la relación entre la fe y el bien común. Sin el amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada únicamente en la utilidad, el interés o el miedo; la fe, en cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe es un bien para todos, un bien común, no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.

La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz.

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